
La ciencia de la salvación o soteriología es la piedra basal, en la cual se apoyan las demás doctrinas.
Poco se afronta este estudio a conciencia en las iglesias, y pareciera que algunos institutos Bíblicos, donde han tenido tradicionalmente una postura podemos decir “calvinista” (o no Arminiana) simplemente dan por sentando que por tradición tienen una sana doctrina, pero luego los púlpitos se mimetizan con la corriente humanista de este tiempo, dando como resultado que lo que debería ser “leche espiritual no adulterada” (1ra Pedro 2:2) ahora es una mezcla diluida en dos, tres, cuatro y hasta cinco partes de agua.
Levante su mano, pase al frente, repita la oración de fe, puede que deslumbre los ojos resultaristas, pero no siempre conlleva a un arrepentimiento y fe, para ser renacido en Cristo.
El eje del falso evangelio es hoy “el hombre”.
El antiguo evangelio de la soberana gracia de Dios[1] nos recuerda la incapacidad del hombre para salvarse y su depravación total, la elección soberana de Dios en el escogimiento, su expiación por medio de su sangre por los salvados, su gracia irresistible con la cual llama a cada hombre para salvación, y la perseverancia del creyente por obra del Espíritu Santo.
Si buscamos en cada predicación de los apóstoles y evangelistas del Nuevo Testamento, nos encontramos con dos grandes palabras:
¿Pero predicar el evangelio no es pedir que la persona acepte a Cristo?
No se encuentra una sola predicación del Nuevo Testamento que se exhorte al alma con estas palabras.
Esto no hay que tomarlo como un juego de palabras o una cuestión semántica, sino que hay que ver, la falsa doctrina que se esconde detrás del decisionismo, donde el énfasis pasa por una presión sicológica insistente y reiterativa a “aceptar”, antes que por la exposición del evangelio que invita a “creer”.
Luego la fe es por el oír; y el oír por la palabra de Dios (Romanos 10:17)
La fe para creer en Cristo solo viene de Dios y su Palabra.
Creo que debemos encausar para la gloria de Dios, nuestras predicaciones habladas o escritas, bajo este punto de vista, si queremos ser fieles.
Aquí no hay nada nuevo (de hecho lo nuevo es peligroso) sino que es un llamado a retener el antiguo evangelio que como el mismo Dios no tiene “sombra de variación” alguna (Santiago 1:17)
Sabemos que hay que confrontar a las almas con la Palabra.